domingo, 26 de enero de 2014

el parado, de prioridad a molestia

El parado, de prioridad a molestia
Las oficinas del paro no presentaban el pasado jueves un aspecto diferente al que llevan presentando desde hace casi seis años: salas repletas, ojos tristes, cabezas agachadas y mucha historia de desesperanza. Ese día había salido la EPA en la que se volvía a sobrepasar el 26% de la población activa española en situación de desempleo. Mariano Rajoy sólo un par de días antes había realizado una entrevista en Antena 3 en la que no mencionó la palabra desempleado ni parado ni una sola vez, ya no son relevantes. La prioridad sobre la que el presidente del Gobierno sustentó su campaña electoral, el problema que le llevó a madrugar para hacerse una foto frente a una cola de parados, el drama que les había aupado a la mayoría absoluta, significa ahora un molestia que es mejor ocultar. Dos años después y un millón de puestos de trabajos menos, el parado ha pasado de ser prioridad a molestia.
Nube de palabras de la entrevista de Mariano Rajoy en Antena 3
Nube de palabras de la entrevista de Mariano Rajoy en Antena 3
La cola del paro está llena de personas que confiaron en las promesas del Partido Popular para dar un vuelco a su situación laboral, trabajadores que creyeron que este gobierno podría mejorar su situación otorgándoles un empleo que habían perdido. No había ningún dato objetivo que hiciese pensar que el nuevo ejecutivo estaba en condiciones de hacer el milagro que prometió Gonzalez Pons: crear 3,5 millones de puestos de trabajo. Algo por lo que todavía no se ha disculpado a pesar de pedir al PSOE que lo hiciera por los 5 millones de desempleados de su legislatura.
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El Partido Popular era consciente de que, apelando a la desesperación de miles de españoles en una situación límite, su victoria era segura. No le importó para ello explotar ese drama de miseria económica y psicológica en la que se encontraban muchos parados y paradas, y les hicieron promesas que sabían que eran imposibles de cumplir. El relato de comprensión, cercanía y apoyo a sus problemas que el PP y sus medios afines tuvieron durante la pasada legislatura y la campaña electoral se tornó, cuando llegaron al poder, en ataques, estigmatización, leyes que perjudicaban aún más su posición, criminalización y desprecio.
Los parados para el PP antes de gobernar
El Partido Popular sabía que ganar unas elecciones con una tasa del paro superior al 20% y cinco millones de españoles sin trabajo era algo seguro. Hacerse ver ante esos desempleados como el garante de su solución y mostrarse como el partido del empleo le llevó a la mayoría absoluta. Para ello no dudó en volcar toda su estrategia electoral en la economía y el desempleo.
La instrumentalización de la figura del parado durante los años previos a las elecciones no fue disimulada. En un vídeo del PP del año 2009 llamado “La cola del paro”, cuando la cifra de personas desempleadas llegó a 4.000.000, hablaban del legado de Zapatero en Europa. Presentaban una cola del paro interminable jugando a las matemáticas y poniendo en fila los cuatro millones de desempleados en una cola de 4.000 kilómetros que llegaría a Moscú. La idea de la cola del paro kilométrica no era nueva, ya que el diario ABC la llevó a cabo en el año 1984. El vídeo daba la solución a esa interminable cola del paro; el voto de los ciudadanos. El PP tenía la solución. El problema para el PP es que la cola del paro hoy en día mediría 5.896 km por los 5.896.300 parados que hay dos años después de su victoria electoral. La cola ya llegaría a Ekaterinburgo. Siberia nos queda a un paso hacia el norte.
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Las soluciones al desempleo nunca se concretaron en periodo electoral. El Partido Popular se presentó como el paladín de los trabajadores y de los parados. María Dolores de Cospedal, en un mitin Barcelona, realizó unas declaraciones en las que se mostró prácticamente como una líder sindical que se pondría en primera línea para defender los derechos de los trabajadores y de aquellos que no podían trabajar. “Si no hay sindicatos que sepan defender el derecho de los trabajadores y de aquellos que quieren trabajar y no pueden, que éstos estén tranquilos, que aquí está el PP para defenderles”.
Las alusiones al anterior gobierno del Partido Popular y al empleo que se creó durante la presidencia de Aznar fueron constantes y muy incisivas. Mariano Rajoy no fue menos, y además no dejó lugar a dudas en una visita a Ceuta:“Cuando gobierna el PSOE sube el paro, cuando gobierna el PP sube el empleo, eso es un hecho objetivo”. De hecho es una afirmación que en su momento resultó cierta y no se le puede culpar por ello, pero después de haber destruido más de un millón de puestos de trabajo es una afirmación que jamás podrá volver a hacer y que tendría que revisitar. En la misma linea triunfalista se presentó otro de los máximos exponentes del PP antes del fiasco de Andalucía, Javier Arenas, “La ecuación es muy clara, con el Partido Socialista, paro, paro, paro, con el Partido Popular, empleo, empleo, empleo”.
Los medios de comunicación próximos al Partido Popular siguieron esa línea que marcó la calle Génova, los periódicos más afines a Rajoy no dudaban en usar el drama del desempleo en campaña electoral y las portadas con los millones de parados copaban los quioscos. La solución una vez más al problema del desempleo, las elecciones del 20N:  el Partido Popular.
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Los parados para el PP una vez conseguido el Gobierno.
Tras lograr ganar las elecciones con muchos votos de esos parados a los que dirigieron la campaña y los mensajes de esperanza y compromiso, la actitud hacia la problemática del paro, y sobre todo, de las personas desempleadas como ciudadanos, dio un giro de 180 grados. El parado ya no era una víctima del gobierno de Zapatero, no era un individuo a proteger y al que apoyar en sus reivindicaciones. Cuando los parados dejaron de ser del PSOE y se convirtieron en los parados del PP el relato hacia ellos varió de forma sustancial. El desempleado ahora es molesto, se incentiva el estigma hacia la figura del parado con medidas que criminalizan a los que sufren esta situación para poder minimizar el impacto de los números de la EPA que cada tres meses siguen martilleando a la opinión pública.
Mariano Rajoy abrió la veda con su intervención en el Congreso al anunciar el recorte en las prestaciones por desempleo. “Se va a proceder a una revisión del modelo de prestaciones por desempleo, garantizando que éstas no generen efectos desincentivadores en la búsqueda de empleo”. El recorte de la cuantía y la duración de las prestaciones vino acompañado de un insulto sibilino por parte del presidente que insinuaba que el parado que no salía de su situación era por voluntad propia. El parado que cobraba una prestación que le correspondía por derecho le hacía quedarse en casa y no buscar trabajo. Por si acaso la insinuación no quedó lo suficientemente clara, Andrea Fabra ejerciendo de corifeo espetó un sonoro “Que se jodan” a todos los parados a los que les acababan de recortar ese derecho adquirido.
Los insultos y menosprecios a las personas en paro no se quedaron en un exabrupto de la hija de un político corrupto que jamás ha pisado una oficina del INEM, que para eso está la familia. Las declaraciones criminalizando a los parados que ineludiblemente eran preludio de medidas que les retiraban derechos y convertían esos derechos en limosnas eran bastante habituales. José Ramón Bauzá, presidente de las Islas Balerares, declaró que los parados se apuntan a las listas del INEM pero no para que les llamen sino con la única intencionalidad de percibir la prestación. Pilar Sol, diputada del PP en las Cortes Valencianas, acusaba a los ciudadanos que cobraban el subsidio de estar en situación de necesidad y comprarse televisiones de plasma.
Todas estas declaraciones siempre venían acompañadas de leyes o normas que humillaban a los ciudadanos que se encontraban en situación precaria y de desempleo. Una de las medidas estrella del gobierno del PP es la instauración de trabajos forzosos para parados. Los ayuntamientos de la Comunidad de Madrid no tardaron en aplicar esa norma que obliga a cualquier trabajador en situación de desempleo y que estuviera cobrando la prestación o el subsidio a trabajar para los ayuntamientos con sueldos mensuales que en ocasiones sólo alcanzaban los 219 euros.Negarse significaba la retirada de su prestación.
La criminalización del colectivo de los parados era una prioridad de tal calibre que no importaba si directamente se mentía y se acusaba a los beneficiarios de la prestación de defraudar en el cobro de su derecho. La vicepresidenta del gobierno acusó a 520.000 prestatarios de ayuda de haber defraudado en el cobro de prestaciones, cuando la realidad era que tan solo 5.833 parados complementaban la ayuda con un trabajo en negro. Se podría haber tratado de un error si Soraya Sáenz de Santamaría se hubiese disculpado por trasladar a la opinión pública un dato falaz y la impresión de que la mayoría de los miembros que cobran el desempleo son defraudadores, pero la vicepresidenta no sólo no se disculpó, sino que se reafirmó, a pesar de que sabía que era un dato completamente falso. Es necesaria la estigmatización de ciertos sectores que pueden resultar perjudiciales  para las expectativas del Gobierno y que enturbian el relato de la recuperación. Los parados están ahí porque quieren, porque cobran mucho dinero en la prestación, o porque la complementan con un trabajo en negro. No es culpa del Gobierno, ya no. Es culpa de los parados.
Estos ataques a los desempleados y a las personas con menos recursos son normales en el contexto de reducción del Estado del bienestar. Tal como dijo Rajoy, no existe política social con un número de desempleados tan altos. Lo que ocurre es que lo dijo cuando gobernaba el PSOE y los parados no rondaban los seis millones: “Un país con cuatro millones de parados no tiene política social”
Los ciudadanos en situación de desempleo han visto cómo han sido utilizados con un fin político para, una vez conseguido el objetivo, ser denostados, despreciados e insultados mientras se les retiraban prestaciones y derechos por los que llevaban años cotizando. Se ha intentando hacerles sentir culpables por recibir ese salario del miedo que es una prestación o un subsidio, con fecha de caducidad. Un salario con el que nadie descansa, saben que en las actuales circunstancias ese derecho que se han ganado trabajando acaba en unos meses, cada vez menos, y es posible que sea el último ingreso que llegue a su casa. Para esa gente que vive del salario del miedo, la prima de riesgo, las exportaciones y la recuperación no son más que palabras vacías que no mitigan la ansiedad del angustioso reloj que es el calendario. Cada día 10 llega un salario del miedo más que te acerca al abismo. A ese día 10 en el que ya no llegará ningún dinero y verás en el telediario a los que gobiernan hablar del final de un túnel que se habrá dejado a multitud de familias, trabajadores y jóvenes en los arcenes sin que nadie eche la vista atrás. Son las víctimas de esta crisis, miles y miles de parados que jamás volverán a trabajar y vivirán de la beneficencia o de sus familias sintiéndose engañados y con el estigma que la sociedad o ellos mismos, avergonzados, se ponen en la frente.
Los 5.896.300 parados ya no son una prioridad, ahora son una molestia que esconder en la portada, debajo del debate de Cataluña y la dimisión de un presidente de un Club de Fútbol.
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fuente: la marea

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