viernes, 31 de octubre de 2014

EL DESCENSO DEL PRECIO DEL PETRÓLEO, UN NUEVO ESCENARIO GEOPOLÍTICO

raffinerie

A mediados del mes de junio, el precio del barril Brent de petróleo superaba ligeramente los 115 dólares. Desde entonces, la tendencia del precio del crudo se ha tornado descendente, situándose a finales de octubre por debajo de los 86 dólares por barril. En poco más de cuatro meses, el precio del petróleo ha descendido un 25%, algo que en la era actual no se estimaba demasiado probable dada la dependencia de las economías desarrolladas y emergentes de este hidrocarburo y de la correlación entre el precio del crudo y las inestabilidades en Oriente Medio, algo que en los últimos años ha alcanzado niveles alarmantes.
Precio petróleoLa bajada actual corresponde simple y llanamente a una premisa básica del sistema de mercado: hay más oferta de petróleo que demanda, por lo que el precio baja. Sin  embargo, los porqués que subyacen tanto en la oferta como en la demanda actual de crudo son complejos y distan bastante de criterios o situaciones meramente económicas. A pesar de estar todavía al inicio de este nuevo escenario, las dudas respecto a que el precio actual del oro negro corresponde a una maniobra geopolítica con origen en Oriente Medio son cada vez menores. No sería la primera vez en la que el petróleo hace las veces de arma político-económica. No obstante, la manera en el uso de este arma sí sería prácticamente nueva, condicionada irremediablemente por los efectos que pretende causar. Al menos de momento, se acabaron los días de crudo a precios exorbitados y gobiernos desbordados. Ha llegado el tiempo de la “petrodeflación”.

Un nuevo mapa del petróleo

Desde que a principios de 2011 las revueltas agitasen los países norteafricanos para luego trasladarse a Oriente Medio, el barril de petróleo se instaló por encima de los 100 dólares. Hasta cierto punto se naturalizó ese suelo, ya que en ningún momento la situación en el Gran Oriente Medio ha facilitado una bajada de precio en tanto en cuanto la inestabilidad y los problemas se han ido trasladando por la región. Sin embargo, las turbulencias políticas y sociales han dejado profundas marcas en muchos países de la zona, la mayoría de ellos importantes productores de petróleo. Dicha inestabilidad ha impedido una producción constante de crudo, que en lugares donde el conflicto armado ha sido o es abierto como Libia o Siria, la extracción de este hidrocarburo tiende a cantidades anecdóticas.
Captura de pantalla 2014-10-30 a la(s) 18.47.05Fuente: British Petroleum
Si bien en los años de la presente década la producción de crudo se ha mantenido e incluso ha descendido ligeramente en Oriente Medio, la producción mundial ha seguido un camino ascendente. Uno de los grandes responsables de ello ha sido Estados Unidos. La potencia norteamericana superó en 2013 el umbral productivo de los 10 millones de barriles al día, un ritmo de extracción un 30% superior al que tenía solamente tres años antes. Este aumento ha sido posible gracias a los nuevos métodos de extracción como el fracking, que ha abierto todo un mundo a los países sin bolsas de petróleo tradicional en su suelo. Sin embargo, e independientemente del debate medioambiental existente, estas técnicas son relativamente nuevas y por lo tanto costosas. A pesar de ello, a Estados Unidos le ha servido para estar muy cerca de un objetivo que llevaba ansiando décadas: la independencia energética e incluso poder cambiar su rol de importador neto de crudo a exportador. Este hecho de por sí ya tiene unas implicaciones geopolíticas considerables, especialmente en la relación entre Estados Unidos y los diversos países de Oriente Medio.
Fracking EEUU
A este ligero aumento de la oferta global de petróleo se le suma su antagonista económico, una bajada de la demanda. La Unión Europea en su conjunto y Japón han experimentado un sustancial descenso en su consumo de crudo; China, en previsión de su ralentización del crecimiento económico está estabilizando su consumo en poco más de los 10 millones de barriles al día, mientras que Estados Unidos, a pesar de haber aumentado ligeramente su demanda, está muy lejos de haberlo hecho en la misma proporción que la producción. Así, en líneas generales, el conjunto de países que forman el mayor foco de consumo de petróleo no está siguiendo el ritmo del aumento de la extracción de crudo, obligados por el mediocre camino de su economía, caso de China, o por la incapacidad de salir a flote como es la europea.

La maniobra saudí

Ante un escenario de continuo aumento de la oferta petrolera – aunque la mayoría provenga de EEUU – y una menor demanda de aquellos países que más consumen, el precio del barril estaba condenado a bajar en un futuro no muy lejano por la propia dinámica del mercado. Sin embargo, Arabia Saudí, primer productor mundial de crudo y segundo en reservas probadas tras Venezuela, ha decidido acometer una jugada de un calibre gigantesco con la intención de manejar esta situación. Si la solución lógica – o al menos dentro de los parámetros de una economía de mercado – sería bajar la producción hasta que se equilibrase o fuese inferior a la demanda para así hacer que los precios volviesen a subir, la estrategia saudí ha sido la contraria, en una demostración de poder económico y político que no se veía desde la primera crisis del petróleo en 1973.
La respuesta de Riyad a este nuevo escenario con el oro negro como protagonista ha sido la de mantener la producción por encima de las necesidades del mercado, haciendo bajar “de más” los precios del crudo. A pesar de que en la actualidad la producción saudí supere ligeramente los 9,3 millones de barriles al día, para el mercado global son cifras todavía muy superiores a las que se demandan. Las intenciones del reino arábigo son que el precio del barril Brent pueda llegar a situarse por debajo de los 80 dólares durante un año o dos, algo que ellos como productores sí pueden soportar – a costa de menor rentabilidad, claro está – dado que el petróleo saudí es uno de los más baratos de producir. Sin embargo, las intenciones que subyacen detrás de esta bajada de precio forzosa son las de destruir completamente a la competencia productora de crudo. En primer lugar, desincentivar completamente la producción de petróleo vía fracking, que como nueva modalidad de extracción podría independizar a muchos países, especialmente del Norte consumidor, del barato petróleo saudí. Así, y dado que el coste de producción de un barril de crudo por este método oscila entre los 60 y 80 dólares, comprar el crudo saudí a un precio igual o inferior al actual sería mucho más atractivo que producirlo mediante la inyección de gas licuado. Aunque hace unas semanas todavía era una especulación – bastante fundada –, el presidente de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), ha acabado reconociendo esta estrategia. Como efecto tangencial a este claro ataque al fracking, la maniobra también podría ir dirigida contra aquellos países europeos que, tras los roces de los últimos años con Rusia, pretenden apostar por independizarse del gas y el petróleo ruso mediante la inversión en energías renovables – conviene recordar que la estrategia nuclear se abandonó tras la catástrofe de Fukushima –. En líneas generales, los saudíes pretenden que los grandes consumidores de petróleo no busquen otras fuentes de obtención de energía, que a largo plazo podrían ser más rentables que el crudo, sino que sigan dependiendo del bombeo saudí a un módico precio.
El segundo objetivo de este “dumping” energético se enmarca en el particular pulso que Arabia Saudí mantiene con el mundo chií en la búsqueda de hegemonía en Oriente Medio. Las intenciones saudíes, que en este punto incluso se podría especular con una acción coordinada o tolerada por un tradicional aliado como Estados Unidos, englobarían también una bajada de precio para perjudicar seriamente las cuentas iraníes, cuya dependencia del petróleo es considerable y tienen un coste de producción mayor al saudí. En este sentido, además de dañar considerablemente la economía persa, las finanzas iraquíes y también las del Estado Islámico se verían notablemente afectadas por estas bajadas de precio. Es en este último aspecto donde cuadra el papel norteamericano como colaborador de la estrategia saudí. A pesar de que mediante los ataques aéreos Obama ha conseguido perjudicar de manera considerable la capacidad productiva del EI, un precio lo suficientemente bajo podría terminar de ahogar las ahora solventadas cuentas del grupo terrorista. Si en este plazo de uno o dos años con el petróleo artificialmente devaluado Arabia Saudí consiguiese doblegar la economía iraní, iraquí y mermar con fuerza la capacidad del Estado Islámico, conseguiría su ansiado objetivo de ser la indiscutible potencia regional.

Decisiones locales, consecuencias globales

La estrategia saudí, que en esta fase casi podríamos catalogar de americano-saudí, no tiene solamente unos efectos regionales. En un mundo altamente globalizado e interdependiente, un cambio considerable en las dinámicas de algo tan esencial para las economías del planeta como es el petróleo tiene hondas repercusiones a lo largo y ancho del globo. El primer gran efecto fuera de Oriente Medio ha sido el terrible desequilibrio que esta bajada del precio del petróleo, además de las expectativas de que siga descendiendo, ha causado en países altamente exportadores como Rusia o Venezuela, cuyas cuentas públicas dependen en gran medida del precio que tenga y vaya a tener el crudo. Como es lógico, un petróleo excesivamente barato volatiliza miles de millones de dólares de sus presupuestos.
Rusia, por ejemplo, enfrascada en el conflicto de Ucrania y tras haber sorteado la crisis gasística con los países europeos, se encuentra inerme ante el movimiento saudí. Cuando en Europa se especulaba con un corte de gas y crudo ruso, la conclusión a la que se llegó en uno y otro lado fue que Europa necesitaba tanto la energía rusa como Rusia el dinero europeo. De hecho Rusia se encontraba bastante cómoda con los precios a más de 100 dólares el barril; esa es la cifra que le equilibra las cuentas a la potencia. Sin embargo, la paulatina caída en el precio del crudo está acelerando la devaluación del rublo, que ya ha perdido un 30% de su valor desde que comenzó la crisis ucraniana. Con una economía que se ralentiza por momentos y con las sanciones impuestas por la UE, el Kremlin se muestra preocupado por el desequilibrio que le puede generar un petróleo excesivamente barato durante uno o dos años. Pero esto tampoco se puede ver como una consecuencia casual de los acontecimientos. No se puede descartar la idea de que tras la bajada del precio del barril se encuentre una sanción indirecta sugerida a los saudíes por Estados Unidos con la intención de que Rusia aligere el apoyo sobre los rebeldes prorrusos del este de Ucrania, así como las medidas impuestas sobre la Unión Europea. A pesar de que hasta ahora el intercambio de sanciones entre el bloque comunitario y Rusia era de una intensidad más bien blanda, este golpe vía petróleo es todo un impacto en la línea de flotación de la economía rusa.
Reservas-de-petroleo-de-Venezuela
Si bien el gigante ruso puede ser uno de los países fuera de Oriente Medio más afectados, la lista se puede alargar a un buen número de economías emergentes. Venezuela, uno de los mayores productores del mundo,ha tenido que acabar importando crudo argelino para satisfacer las necesidades del país. Y es que el estado venezolano, a pesar de sus enormes reservas de variada calidad, tiene unos serios desequilibrios presupuestarios que le obligarían a vender el barril a algo más de 160 dólares para cuadrar sus cuentas. Lógicamente, ni en el mejor de los  escenarios esto es posible, pero es evidente que una bajada de un 25% en los precios del crudo agrava todavía más esta situación. Importantes potencias regionales como Brasil, en serios apuros económicos últimamente, o Nigeria, con una dependencia seria del petróleo para seguir manteniendo la influencia el África Occidental y no ceder frente a Sudáfrica, también sufren y van a sufrir con rigor la decisión del reino saudí. 
Sin embargo, no pensemos que los afectados se limitan sólo a los productores, los países de Oriente Medio o las potencias del Sur global. De una forma u otra, no hay país que no se vea afectado. Europeos también. Y es que estas rebajas del precio del crudo han llegado en el momento más inoportuno para la Unión Europea en general y la Eurozona en particular. Cierto es que una rebaja tan considerable en el precio del petróleo, algo que Europa importa a raudales, a priori puede parecer una ventaja. En principio lo es, aunque con una terrible trampa. Las balanzas comerciales deberían mejorar ligeramente, lo que podría maquillar durante algún tiempo los datos de crecimiento económico y comercial de los países del Viejo Continente. Sin embargo, esta comentada caída de precios termina por desenterrar un fantasma que desde Bruselas, o más bien desde Frankfurt, se pretende evitar como es la deflación. Hasta ahora, las ligeras pero constantes subidas del precio del barril fomentaron en gran medida que la inflación europea se mantuviese en cifras positivas. En junio de 2014, con el precio del barril en 115 dólares, la inflación en la Eurozona se situaba en el 0,49%; en septiembre, tres meses después y con el Brent ya por los 90 dólares, había caído hasta el 0,31%, unido también a las todavía malas cifras de crecimiento de las economías comunitarias. Si los precios del barril continúan la trayectoria prevista, la inflación de la Eurozona seguirá un camino muy similar, lo que sería otro quebradero de cabeza en la recuperación económica, más aún cuando el BCE apenas tiene margen para actuar ya que los tipos de interés vuelan a ras de suelo – un 0,05% – desde agosto.
Independientemente del tiempo que Arabia Saudí considere necesario mantener este pulso, en el corto plazo el precio debería seguir bajando. Sea saudí o una combinación de intereses norteamericanos y saudíes, la jugada ha sido tremendamente efectiva y supone todo un golpe en la mesa, bien del país arábigo, bien de Estados Unidos, que habría sabido servirse de su poder blando para ganar una ventaja importante en el tablero geopolítico global y tumbar – o al menos hacer temblar –  unas cuantas piezas a la vez. Aunque como es lógico, debe medir las consecuencias a medio y largo plazo, puesto que como hemos visto, entre los afectados se encuentran tanto países poco afines como estrechos aliados. Quién iba a pensar que el petróleo barato iba a suponer un problema de alcance global…

El petróleo sigue sin tocar fondo con el barril de Brent en 87 dólares 

Fuente: el orden mundial en el siglo XXI/euronews
Enviado por Araico

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