miércoles, 28 de enero de 2015

Educacion escolar: manupulacion mental(2)

Hoy día se suele contemplar la educación como una de las partes esenciales en el desarrollo de las personas y el sistema educativo como uno de los servicios públicos básicos. No es de extrañar por tanto que el proceso de socialización tenga tan buenos resultados. Este consiste especialmente en crear individuos aptos para la sociedad existente. Es en la educación en donde empieza este proceso y en donde se afianza la conducta deseada de los niños que posteriormente serán adultos. Es en esta fase en donde empieza el complejo proceso del control social.


Ya desde la escuela nos van marcando cómo será nuestra vida futura. Las señales son evidentes: asignaturas como matemáticas están ideadas con el fin de preparar al sujeto hacia el mundo empresarial y de las finanzas. No era suficiente con que alguien aprendiera a contar, sumar o restar, también había que enseñarle a multiplicar y dividir, operaciones básicas para una economía formalista y productivista. Por supuesto, a medida que el sistema tecnoindustrial  avanzaba en complejidad, asignaturas como matemáticas, física o química también debían avanzar y enredar a las personas en un mundo de abstracciones ¿Coincidencia? Ni por asomo.


Otra de las pruebas palpables de adoctrinamiento desde la niñez es el inglés, lengua universal que ha sido impuesta arbitrariamente por los países anglosajones al resto del mundo; tanto que hoy en día en cualquier país el inglés está sobrevalorado. Pero lejos de enseñarnos otra lengua de forma opcional como medio para fomentar la interacción cultural, lo que nos repiten exclusivamente una y otra vez es que el inglés te abre muchas más puertas para el mundo laboral. Es decir, no hay señal más explícita para imbuirnos una idea tendente a mantener el statu quo. No es por hacer una defensa apasionada del castellano, pero dicha lengua contiene sobradamente una mayor riqueza estilística que el chapurreante inglés. Aún así, esta no es la cuestión. Para los que hayan tenido la suerte de nacer aprendiendo dos lenguas y una es el inglés, mejor para ellos, pero darles ventajas a estos en detrimento de los que simplemente no desean aprender una segunda lengua distinta a la suya, es una forma de imposición por la fuerza.


Llegado a un punto crucial en el proceso de enseñanza, al alumno se le da la opción de elegir entre ciencias o humanidades. No es casualidad que en el ámbito de las ciencias se enseñe a los alumnos a perfeccionar experimentos mediante el método científico, y que apliquen su objeto en su vida diaria, es decir, que sean exactos, lógicos, meticulosos y utilitarios, que son las claves para el buen desarrollo de las profesiones más técnicas y exigentes. Una sociedad que no admite errar a sus individuos es una sociedad que se autoengaña y que pretende ser lo que no es. En cuanto a las asignaturas de humanidades prevalece la oficialidad, las versiones sesgadas, el ensalzamiento del estado, la patria o el ejército y la omisión descarada de los problemas relativos al sistema capitalista, al mundo del trabajo en cadena, al culto tecnológico e industrial y sus consecuencias medioambientales y un largo etc. Así, el sistema doctrinal aprovecha estas ventajas parcialmente para su conveniencia de crear autómatas capacitados para los empleos mejor considerados y pagados, y dejando al margen a los sobrantes, relegados a ocupar los puestos más precarios e insalubres, el desempleo o en los peores casos, la marginalidad o la delincuencia.


Con todo, el gran descalabro viene cuando el infante supera la primaria y empieza a ser encauzado directamente en el mundo laboral y empresarial. Obviamente, un mundo competitivo, artificializado y tecnologizado hasta la médula precisa un gran equipo de ingenieros, arquitectos, informáticos, contables y empresarios, carreras además con abundantes y prometedoras salidas laborales. Por el otro lado, en lo que respecta a las ciencias sociales, las pocas salidas que es sabido ofrece el mundo laboral son reservadas al mundo del derecho. Ni siquiera para maestro las posibilidades son halagüeñas. Aún así, la demanda de trabajadores sociales y educadores está en claro ascenso en una sociedad socialmente envejecida y psicológicamente enferma, pero los salarios nada tienen que ver con los de los ingenieros o informáticos, piezas claves para mantener al sistema tecnoindustrial en la cúspide de la pirámide.


Esto en cuanto a los contenidos; pero las formas no difieren en su cometido, como era de esperar. Todo adulto recordará interminables clases soporíferas y tediosas de matemáticas, física o historia, en las que el alumno es obligado a memorizar fórmulas, conceptos o fechas sobre temas que no le interesan lo más mínimo y de los que para colmo, será obligado a su vez a examinarse. El recurso abusivo de los exámenes, como pruebas para seleccionar y empezar a crear la condición del status desde edades tempranas es la prueba más evidente de hacia dónde nos dirige el sistema educativo. Un sistema que quizás haya evolucionado hacia una disciplina más blanda, pero que sigue empleando el método del premio y el castigo creando sujetos que solo valoran el éxito a cualquier precio como forma de triunfar en la vida, mientras queda el residuo de la envidia cuando este no llega. El miedo al fracaso, la incapacidad para desarrollar el espíritu crítico o de poder ver el trasfondo de los asuntos que atañen a las relaciones humanas son otras de las lamentables consecuencias que arrastra la educación tradicional.


Por tanto, el sistema educativo es un proceso doctrinal porque no enseña a los seres humanos a ser humanos de forma libre, sino que los prepara hacia un tipo de sociedad concreta como es la actual sociedad de masas mediante la ideología imperante y el pensamiento único. Se convierte de forma descaradamente dogmática en un proceso de manipulación infalible al igual que despótico, mediante el recurso de contenidos encaminados hacia el futuro laboral. No se encuentran por ningún lado la enseñanza de los valores más humanos, como la igualdad, la solidaridad, la cooperación, ni la libertad de elección, ni el respeto por el medio-ambiente y los animales. Claro, nada de esto podría darse en una sociedad tan compleja y tecnificada como la actual, y sí en una sociedad en donde los seres humanos se dedicaran a ser humanos y no marionetas del poder establecido.


Por suerte, la doctrina educativa no resulta fatal para todos los millones de personas a los que obligatoriamente recluye como si fuera el ejército, puesto que en el fondo la escuela no representa la totalidad de nuestra formación. En la calle, son muchas las mentes que se han dado cuenta de este engaño y se han formado por cuenta propia de forma libre y voluntaria, sin maestros ni imposiciones. Son los autodidactas, mentes críticas e inquietas que han decidido aprender por el simple hecho de conocer, pero sobre todo por el hecho de ahondar en la realidad que nos sume. En esta misma línea de acción, al margen del debate por vanagloriar la escuela pública frente a la privada, cada vez son más los padres que se niegan a reclutar a sus hijos en un sistema educativo tan retrógrado como militante, negando que esa sea la única forma de enseñar,  y deciden formar a sus hijos aparte, utilizando sus propios métodos de enseñanza y aprendizaje, en donde  los contenidos excesivamente técnicos y complejos son rechazados, y en donde se enseña muchas veces en la naturaleza los valores de una vida sencilla, libre e igualitaria.

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