jueves, 27 de septiembre de 2018

Vitoria revive su fatídico 3 de marzo

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El empleo de imágenes de archivo y de grabaciones originales de la Policía son las grandes bazas del emocionante filme sobre la matanza de 1976, presentado en el Zinemaldia.

Pedro María Martínez, Francisco Aznar, Romualdo Barroso, Bienvenido Pereda y José Castillo. Son los cinco nombres que cierran los títulos de crédito finales de 'Vitoria, 3 de marzo', las cinco víctimas de una matanza que quedó grabada para siempre en la memoria de la ciudad. Cinco trabajadores que murieron por disparos de la policía al ser desalojados de una asamblea en la iglesia de San Francisco de Asís el mismo día que una huelga general paralizó la capital alavesa en 1976. Más de un centenar de personas resultaron heridas a consecuencia de las cargas, la mayoría de ellas de heridas de bala por la espalda. Unos hechos que la productora vitoriana Sonora ha llevado al cine en una película que hoy se presenta en la Gala de EiTB en el Zinemaldia.
Esta «ficción basada en hechos reales», como advierte un rótulo inicial, llegará a las salas el próximo 1 de marzo de la mano de Barton Films y la distribuidora Filmax, que la exhibirán por toda España. En Vitoria, que se volcó durante el rodaje, está llamada a provocar una catarsis. Su gran baza es combinar la ficción con material de archivo, imágenes de la vida cotidiana de la ciudad en los 70, de obreros con buzo en talleres y fábricas y de las asambleas y manifestaciones que se sucedían. Gracias a un noticiario alemán se han rescatado incluso escenas del fatídico desalojo. Como los walkie-talkies de la policía emitían por entonces en FM, el director Víctor Cabaco ha contado con un material inestimable: las grabaciones de aquella mañana, cuyos diálogos no los podría haber escrito mejor ningún guionista.
Los títulos de crédito iniciales, con el juramento del rey Juan Carlos al convertirse en jefe del Estado, sitúan históricamente la acción. Franco acaba de morir y el hambre de libertad no encuentra respuesta. Las calles de Vitoria son territorio de guerra, con controles, altercados, cargas y pelotazos. El empaque de producción, con la fotografía desvaída de Gaizka Bourgeaud y la música de José Luis Canal, marcan la diferencia con otras ficciones ambientadas en la época. Que veamos unos pantalones de campana y unas patillas y nos remita a 'Cuéntame' no es culpa de la película, sino del periodo histórico.

La insurrección obrera

Una familia será nuestra guía hasta que se precipiten los acontecimientos en la iglesia de San Francisco. El padre es un periodista de Radio Álava, la hija una idealista enamorada de uno de los líderes sindicales y la madre es objeto de deseo del villano de la cinta, un representante de la asociación de empresarios con hilo directo con el poder. Los patronos reprochan al Gobierno que no se castigue con mano dura la insurrección obrera. «¿Qué quieren? ¿Cuarenta horas semanales y no trabajar los sábados?», se lamentan. La batalla también se librará por el control de los medios. El protagonista será ascendido a director de la emisora bajo el chantaje de encarcelar a su hija «por liarse con un rojo». Su nuevo cometido y la causa de su crisis de conciencia será tratar de acallar el hálito revolucionario.
El filme realiza un retrato veraz de un tiempo gris. La chica protagonista pasará de la trenca y la carpeta forrada con Camilo Sesto en portada del Superpop a los sótanos de la comisaría. Suena el 'A galopar' grabado por Paco Ibáñez en el Olympia y las 'Campanades a morts' de Lluís Llach. No falta nada. Las octavillas impresas en el ciclostil, el humo del tabaco anegándolo todo en los 'guateques' políticos donde alguien siempre tocaba una guitarra, las llamadas y favores que podían sacar a alguien de la cárcel. El miedo y la desazón. Y París, como el sueño de libertad al que poder viajar en un Cuatro Latas.
Mevosa, Apellániz… Los vitorianos de cierta edad reconocerán los nombres de las empresas que pararon en un gesto que observaba toda España. Con 10.000 pesetas al mes no llegaba para vivir. Se pedían guarderías y anticonceptivos. Las octavillas volaban en Zaramaga, en Txagorritxu, en las puertas de los institutos. «España es un polvorín y Vitoria la mecha», le advierte el ministro al gobernador de Álava. Va cundiendo la sensación de que habrá un escarmiento. Lo que nadie espera es que la fuerzas del orden entren en una iglesia. «Nos protege el concordato», sostiene inocente un manifestante.
En ese 'crescendo' dramático del filme resultan vitales las grabaciones originales de la policía que rescata el director Víctor Cabaco. «El curita nos ha engañado, se han marchado por la puerta de atrás», informa uno de los agentes antes de que la marea humana provoque que se agoten pronto las pelotas y los botes de humo. 'Vitoria, 3 de marzo' ha tomado como base del guion el informe sobre los hechos elaborado por el Parlamento vasco en 2016. La orden directa de desalojar la Iglesia, descubre, la dio el gobernador. Del «esto es una catástrofe» se pasa al «aquí ha habido una masacre» cuando se empieza a disparar indiscriminadamente con fuego real.
El filme evita las postales turísticas de la ciudad y apuesta por un reparto de nombres apenas conocidos en busca de verosilmilitud. El material de archivo se confunde con nuevas escenas rodadas en Super 8, confundiéndose documental y ficción. Tras las imágenes reales de los funerales, con cientos de miles de personas, llegan las dedicatorias «a todas las personas que lucharon en Vitoria para conseguir un mundo más justo y libre».


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