El señor de la moringa con José Manuel Vecilla BLANCO
Un empresario regenta en Canarias un exitoso negocio de ‘la planta milagro’
El affaire cubano
Hace unos cuatro años, cuando Vecilla y su mujer todavía estaban en Almería, recibieron una orden de compra de un kilo de semillas. “Y nosotros, como era del Gobierno de Cuba, les mandamos dos kilos”, asegura. Un año más tarde, a Moringa S.L. llegó otra carta de agradecimiento, con una propuesta de colaboración. Al parecer, Cuba tenía muchas hectáreas en las que quería sustituir moreras por moringas. Vecilla relata que incluso le ofrecieron crear una sociedad. Finalmente, el acuerdo no se produjo.
Fidel Castro había dejado el poder a su hermano año y medio antes por –según fuentes oficiales– una diverticulitis que se le complicó. Debido a la opacidad que rodea al régimen, los rumores sobre su salud eran constantes. Pero un día reapareció y el 17 de junio de 2012, escribió en una de sus Reflexiones del compañero Fidel:
“Están las condiciones creadas para que el país comience a producir masivamente Moringa Oleífera y morera, que son además fuentes inagotables de carne, huevo y leche, fibras de seda que se hilan artesanalmente y son capaces de suministrar trabajo a la sombra y bien remunerado, con independencia de edad o sexo”.
En aquel momento, Vecilla, que ya había dicho “no” a la oferta cubana, ató cabos. Aquello explicaba los pedidos de moringa desde Centroamérica. “¡Lo que no sabía el mundo es que Fidel Castro se curó con moringa!”, se apresura a adelantar Vecilla.
No puede escribirlo en sus envases, ni demostrarlo científicamente, pero lo dice. De eso va su negocio.
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