Magdalena del Amo.- Es posible que algunas de las ideas y datos que exponemos parezcan demasiado alarmistas o exagerados. Sin embargo, debemos conocerlas para formar un juicio más acertado sobre lo que acontece a nuestro alrededor, y poner los medios para prevenirnos, si fuera necesario. La primera consigna: que no te engañen. En esta serie de artículos revelamos el porqué y el cómo se fue urdiendo el maquiavélico plan.
Los cada vez menos misteriosos aviones de los chemtrails surcan los cielos de casi todo el mundo, sin que nadie se atreva a impedirles el paso. Las aeronaves involucradas en los chemtrails suelen ser aviones militares o comerciales que se han adecuado para este fin, es decir, se les han retirado los asientos y se han colocado depósitos para llevar el producto que se asperge durante el vuelo. ¿Pero de qué producto se trata? “¿Con qué diablos nos están fumigando?”, se pregunta Michael Murphy, director de un documental sobre el tema. Hace años que se conoce el uso de sustancias para conseguir precipitaciones de lluvia y todo lo contrario: para reducirlas o disipar frentes lluviosos. En el primer supuesto, se emplea el yoduro de plata, el dimetilsulfóxido, el ácido carbónico, el perclorato amónico y el bario. En el segundo, se utiliza el cloruro de calcio, el aluminio, el ácido sulfúrico, las diatomitas, el amoniaco, el dióxido de carbono, el butano, el isobutano, el propano, los freones, los polímeros superabsorbentes y la dispersión de óxidos de metales en la estratosfera, como el óxido de aluminio.
Si todo se quedara ahí, es decir, si se tratara de una lucha caprichosa de las naciones poderosas para conseguir climas locales a la medida de sus intereses, sería reprobable, pero estaría en la línea de lo comprensible. Los tiranos siempre manipulan a su antojo, y las naciones hegemónicas siempre lo han hecho con relación a los países atrasados. Pero no estamos hablando simplemente de atraer o disipar lluvias, sino de fumigaciones en toda regla para perpetrar cambios en el planeta, incluido el ser humano.
No estamos hablando de simples sospechas infundadas. Análisis de muestras de tierra, agua, plantas y sangre realizadas en diferentes partes del planeta indican que hay concentraciones anómalas de bario, aluminio y titanio, y que la presencia de estos elementos en la biosfera está aumentando de manera alarmante. Esto ha llevado a muchos investigadores a denunciar que la humanidad está siendo sometida a un proceso de fumigación. Suena fuerte, pero las evidencias así lo indican.Por si la presencia de estos tóxicos sobradamente conocidos no fuera lo suficientemente grave, se une a esta conjura contra la vida la utilización de los novísimos polímeros autoensamblables, de nanotubos de carbono con capacidad portadora y química y de smart dust o polvo inteligente”. ¿Polímeros autoensamblables, nanotubos, polvo inteligente? Son términos que seguramente se nos escapan. Por ello, para entender algunos de los extremos que estamos exponiendo, es necesario dar unas pinceladas sobre la nanotecnología. El término fue empleado por vez primera por Norio Taniguchi en 1974, aunque ya en 1959 quien después sería Premio Nobel, Richard Feinman, haría alusión a sus posibilidades en una conferencia en el Instituto Tecnológico de California. Sin embargo, fue Eric Drexler quien realizó las aportaciones más importantes a la nanotecnología molecular. En su libro Engines of creation, publicado en 1986, expone los pormenores de esta ciencia maravillosa, capaz de fabricar nanomáquinas hechas de átomos, y capaces a su vez de construir ellas mismas otros componentes moleculares. Se define esta ciencia como “el estudio, diseño, creación, síntesis, manipulación y aplicación de materiales, aparatos y sistemas funcionales a través del control de la materia a nanoescala, y la explotación de fenómenos y propiedades de la materia a nanoescala. Cuando se manipula la materia a escala tan minúscula, presenta fenómenos y propiedades totalmente nuevas. Por lo tanto, los científicos utilizan la nanotecnología para crear materiales, aparatos y sistemas novedosos y poco costosos, con propiedades únicas”.
Un nanómetro es la mil millonésima parte de un metro. Hablamos de dimensiones imposibles hace apenas unos décadas, y que aún hoy nos cuesta trabajo imaginar. Una bacteria del género Micoplasma, la forma de vida celular más pequeña tiene un diámetro de 200 nm de largo. Se trata, en definitiva, de fabricar productos invisibles al ojo humano, por sus dimensiones. Dicho esto, al lector le será más fácil entender el alcance de algunos de los componentes de las estelas químicas. No estamos diciendo que la nanotecnología sea algo negativo per se, sino su empleo. Utilizada para el bien, esta novísima ciencia puede tener múltiples aplicaciones muy positivas, que suponen un avance para la humanidad, en la medicina, por ejemplo; pero ya el citado científico Drexler hablaba de sus riesgos si la ciencia no trabaja a la par con la ética.
Los peligros que auguraba Drexler los estamos sufriendo en carne propia. Todo apunta a que las fumigaciones secretas estarían relacionadas con la destrucción de la flora natural, con la manipulación del comportamiento de las masas a través de los programas de control mental y con la modificación del ADN humano y la propagación de enfermedades. Las sustancias que aspergen desde los aviones, aparte de llegar al suelo, son absorbidas por los seres humanos a través de las vías respiratorias. Se sospecha que estas partículas, cada vez más presentes en el aire, pudieran ser las causantes de algunas enfermedades, como el cáncer, las cada vez más comunes alergias y el terrible alzhéimer. Si el aluminio afecta negativamente a nuestro sistema nervioso –hablamos de un hecho probado—, relacionar el alzhéimer con las fumigaciones no parece descabellado. Como tampoco lo es que la actual pandemia esté aderezada con algunas nanopartículas procedentes de estas enigmáticas aeronaves que en un abrir y cerrar de ojos cuadriculan nuestros cielos. En junio de 2020, en la misma reunión de la Comisión Europea en la que se puso fin a la prohibición de experimentación con humanos –que regía desde los juicios de Núremberg— aprobando el experimento génico de las vacunas, se dio también vía libre a la dispersión de sustancias a través del aire. Casi al mismo tiempo, el Gobierno de España promulga la Orden SND/351/2020 por la que se autoriza a las Unidades NBQ de las Fuerzas Armadas a utilizar biocidas por medios aéreos, con técnicas de nebulización, termonebulización y micronebulización. Todo esto para perseguir a unos virus que nadie vio.
Sabemos que esto es casi como hablar de apariciones fantasmales. La sociedad no está preparada para estas verdades. El control al que estamos sometidos es tan grande, que somos incapaces de imaginar que personas cabales puedan idear semejantes planes de destrucción. ¿Cómo vamos a sospechar que nos estén fumigando? La sociedad, acostumbrada a confiar en el papá Estado no puede concebir que fumiguen con sustancias tóxicas, como tampoco imagina que una vacuna contra el tétanos pueda llevar un componente químico esterilizante; máxime si está de por medio la ONU, posiblemente la organización más corrupta del mundo. Cuando escribí esto, aún faltaban algunos años para que, de la mano de las Naciones Unidas, la humanidad en bloque protagonizara este suicidio colectivo a través de una “vacuna” que no es vacuna, que no inmuniza, que no salva de nada y que esteriliza y mata, aparte de otros efectos causados por las nanopartículas, muy posiblemente de óxido de grafeno. Esto no es ninguna broma.
Aunque este proyecto de ingeniería sea un programa a escala mundial, los países europeos y Estados Unidos están siendo los más afectados. En Estados Unidos, con cierta frecuencia, se presentan en el Senado proyectos de ley sobre experimentación, modificación y mitigación del tiempo atmosférico. En Europa, se han hecho preguntas al Parlamento Europeo, pero nunca se ha admitido la realidad de estas prácticas. Ahora van de frente, acompañados claro está de la mentira justificadora. Nos fumigan, pero es “por nuestro bien”, “para protegernos”, para prevenir el calentamiento global. Bill Gates ha dicho en varias ocasiones que tanto sol no es bueno y que hay que difuminarlo. Por eso este verano tenemos, a menudo, estos cielos encapotados, sin sol, la boina o la famosa “panza de burra” de Las Palmas de Gran Canaria. Este verano se están ensañando a gusto.
Algunas zonas han sido mucho más castigadas que otras. Por ejemplo, en España, Castilla y León siempre fue una zona muy caliente. En concreto, el área de La Guareña, al sureste de la provincia de Zamora, está sufriendo los estragos de una gran sequía desde hace años. Los campesinos veían aparecer las nubes, creían que por fin iban a tener lluvia, pero llegaban los aviones y las nubes se diluían [1].
En la zona de Levante también hay mucha actividad. En Madrid –incluida la Sierra—es frecuente ver aparecer los aviones a gran altura, a veces en grupo, y en un momento dejan el cielo lleno de cruces.
¿Cómo es posible que la sociedad no vea algo tan evidente? La respuesta es muy sencilla, a la vez que penosa. Estamos atontados con la televisión, las redes sociales, los juegos digitales, y así vamos pasando la vida, en un estado de zombificación perpetua. La sociedad no se entera, pero opina, y eso sí es grave, porque la masa ha sido hábilmente programada para defender a los manipuladores y ejercer de alguacil frente a los disidentes, si fuera necesario. Es muy difícil despegarse de las anteojeras y mirar hacia adelante sin miedo. Es muy difícil salirse del rebaño. Por eso, la manada defiende al pastor, a pesar del ordeño continuo y del matadero como fin de fiesta. A los que se enfrentan al sistema, les queda el vacío, el descrédito o algo peor.
NOTAS:
1. Entre las consecuencias más inmediatas, los expertos y “guardacielos”, que llevan años haciendo el seguimiento, constatan varios frentes de lluvia deshechos. Estas son algunas de las consecuencias: El pinar de El Maderal desapareció en solo un año; los cultivos tardan en madurar debido a una menor radiación solar, porque las fumigaciones interfieren en la luz solar más de la mitad del año; los árboles y las viñas son parasitados por hongos; las plantas, incluso el maíz, tienen más necesidad de agua (parece que no les es suficiente con la lluvia y el riego normal; el trigo se quema por las puntas y salen unas hierbas muy altas, desconocidas para los agricultores; se encuentran miles de hormigas muertas, y también gatos, conejos y águilas o milanos, tras llevar días de vuelo bajo. La salud de las personas se resiente: aumentan las alergias, afecciones pulmonares, virus extraños, sangrado de nariz, afecciones de piel, picor de ojos y de garganta, dolor de pecho, dolor de oídos, pitidos, vómitos, diarreas, cansancio extremo, estado depresivo, insomnio y pérdida de memoria. El número de personas con alzhéimer en la zona se ha disparado y se registran casos de ictus y personas fallecidas por paradas cardiacas en el campo o en casa, incluso entre una población más joven. Información tomada de www.guardacielos.org.
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