Más de 1.100 personas han muerto, desde esa fecha, por haber inhalado el humo generado tras la caída de las torres y desarrollar cánceres de diversa tipología, fallas respiratorias o problemas gastrointestinales.
Las víctimas indirectas de los ataques perpetrados contra las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre de 2011 superan el tercio de las registradas el día del atentado. Con la caída de los que fueran los edificios más altos del mundo se generó una intensa humareda que cubrió toda la isla de Manhattan y que estaba compuesta por restos del combustible de los aviones, de equipos electrónicos, mercurio y amianto. Y todo ello fue respirado por los rescatistas.
Aquella mañana del martes 11 de septiembre de 2001, 3.016 personas fallecieron a consecuencia de los ataques perpetrados contra el World Trade Center y El Pentágono, pero pocos podrían imaginar que casi dos décadas después el número de víctimas indirectas superase el millar.
La caída de estos dos icónicos edificios generó una ola de solidaridad en Nueva York que hizo que miles de personas, en especial bomberos y personal sanitario, se dirigiesen a la zona 0 a rescatar a las víctimas. 18 años después, cerca de 75.000 personas sufren enfermedades de distinta índole como consecuencia de haber ayudado durante esas semanas en la zona.
Este número es el notificado por el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), ya que son los casos confirmados y evidentes. Pero se estima que unas 400.000 personas, que estuvieron en Nueva York durante las semanas posteriores a los atentados, podrían sufrir secuelas.
Las consecuencias a medio plazo para muchos de los rescatistas fueron problemas respiratorios, pérdida de capacidad pulmonar, asma o sinusitis. La humareda fue intensa durante varios días después del derrumbe y estas personas trabajaron por jornadas de 12 a 14 horas durante meses allí. En muchos casos hasta dormían sobre la zona.
¿Hubo negligencia institucional tras el 9/11?
Además, el conocimiento de las posibles consecuencias sanitarias que tendría estar en esa zona sin la correcta protección fueron obviadas por las autoridades. Unas horas después del desastre, la administradora de la Agencia de Protección Medio Ambiental de Estados Unidos durante el inicio de la era Bush, Christine Todd Whitman, aseguró que "el aire de Nueva York era perfectamente respirable y no había peligro".
Apenas unos meses después, un informe probó que lo asegurado por Whitman era totalmente falso y que el humo esparcido por el aire neoyorkino era muy perjudicial para la salud. Se probó que en las Torres Gemelas había más de 400 toneladas de amianto, material potencialmente cancerígeno. Las partículas de ese material son extremadamente finas y sobrevolaron el cielo de Manhattan durante semanas.
Durante el 15 aniversario de la tragedia, Whitman reconoció su error y aseguró que "la situación era límite y no les permitió realizar los estudios de forma adecuada". Fue llevada a tribunales por negligencia pero fue absuelta porque se entendió que sus acciones no estaban encaminadas a causar ningún mal a la población.
EE. UU. recuerda a las víctimas del ataque en 2001
Después de casi 20 años, el cáncer empieza a afectar a los supervivientes
Lo más temido por los expertos son las consecuencias a largo plazo. Durante los primeros años fue muy frecuente la llamada "tos del World Trade Center", pero esos primeros síntomas están ya degenerando en cánceres de muy diversa índole. El periodo de incubación de esta enfermedad oscila entre los 10 y los 20 años.
En la actualidad, la cifra de personas diagnosticadas con cáncer a consecuencia del 11-S supera los 10.000, como asegura el Programa Federal de Salud del World Trade Center. Y seguramente aumente. Además, hay que tener en cuenta que muchos de los casos ni siquiera están contabilizados porque muchas de estas personas no relacionan que un problema de 2019 esté causado por un acontecimiento ocurrido en 2001.
Muchos de estos casos se confirman cuando varias personas que coincidieron durante las labores de rescate hablan y relatan que tienen los mismos síntomas. Se registraron más de 60 tipos de cánceres en los pacientes. El más habitual es el de pulmón, pero se registran casos de cáncer de hígado, esófago, piel, estómago, colon o incluso de mama en hombres.
Algunos expertos sanitarios aseguran que, a lo largo de la próxima década, los fallecidos por cáncer a consecuencia de las partículas inhaladas tras el 9/11 podrían superar los más de 3.000 fallecidos que se registraron durante el atentado.
Ayudas a afectados que llegaron tarde y parecen insuficientes
Los costes generados por los tratamientos de los trabajadores afectados por el humo no se cubrieron hasta casi 10 años después de los ataques. La ley Zadroga, llamada así por uno de los agentes de policía que murió en 2006 por sus secuelas, fue aprobada en diciembre de 2010 y dotaba de 4.300 millones de dólares.
Esta ley llegó muy tarde porque 10 años después los síntomas generados en los pacientes fueron muy difíciles de revertir. Además, durante varios años hubo quejas de que el programa solo se extendiese hasta 2020 ante la creciente lista de enfermos por cáncer. En 2015, se consiguió prolongar las ayudas por 75 años.
El reto ahora es concienciar a la gente que enfermó que puede recibir esta ayuda federal para sus tratamientos, pero también se enfrenta el problema de que muchos de ellos rechazan esta ayuda porque creen que hay personas que lo necesitan más.
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