por Armando B. Ginés : diario-octubre.com
Los medios de comunicación usan la palabra misteriosa régimen para calificar sibilinamente como dictaduras o con tics autoritarios a países que no siguen los patrones políticos occidentales o simplemente son de izquierdas y ponen en entredicho sus paradigmas parlamentarios o bien se posicionan contra la ideología neoliberal preconizada por el imperio yanqui y la chocheante Europa.
No son regímenes Arabía Saudí ni Israel, por ejemplo, ni tampoco cualquier otro país aliado de los intereses occidentales y maniatado convenientemente con subvenciones a sus cuerpos represivos y elites hegemónicas. Hoy por hoy, el régimen genuino y más malvado de todos a escala mundial es Venezuela, donde en repetidas ocasiones ha ganado la izquierda transformadora elecciones limpias y democráticas, un caso sin parangón en las últimas décadas. A pesar de los hechos consumados en millones de votos populares, el eje Bruselas-Washington continúa considerando un hereje peligroso a Caracas. Los mass media desinforman siempre en la misma línea: Chávez era el diablo rojo, ahora Maduro, y siempre Cuba, un artefacto seguro para esconder el saqueo ultraliberal que venimos padeciendo desde muchos años atrás, incluso antes de oficializarse la crisis actual.
Hete aquí, que de golpe y porrazo, conocemos que el PP saca de su código genético fascista una ley de “inseguridad” para mutilar y sancionar con miles de euros (millones en antiguas pesetas) todo atisbo o acto de manifestación pública contra el poder establecido. Se pretende que el pánico cunda entre las gentes trabajadoras para que cierren sus bocas de modo definitivo. Dentro de poco, pensar críticamente estará prohibido en el señorío de Rajoy. Nadie hablará en alto que los residentes en España vivimos en un régimen, antes al contrario las voces y plumas de los exégetas de la corte y paniaguados a sueldo volverán por sus fueros a cantar las alabanzas del sistema democrático de fachada que habitamos, cortado y confeccionado en la transición a la medida de las castas dominantes.
Seis millones de parados, uno de cada cuatro menores de 16 años de edad infraalimentado, tres millones de pobres, casi un millón de personas al que el PP ha retirado la tarjeta sanitaria… Son cifras de un régimen que huele a dictadura. Un sistema de ordeno y mando, de callar y obedecer. Las bolsas de marginalidad suben como la espuma y se configuran de facto en cárceles móviles con rejas invisibles. Los barrotes imaginarios están construidos de resignación, silencio, hambre, atropellos policiales… Y para los que alcen la voz: patada, multa o presidio, a elegir por el magistrado correveidile de turno. Entramos en una nueva fase del neoliberalismo global: un estado de excepción permanente contra los rebeldes, los movimientos sociales y la izquierda en su totalidad.
Extraña sobremanera que el pueblo no se levante. Que los sindicatos mayoritarios persistan en la movilización puntual a secas, en la responsabilidad autista de soñar con un próximo ciclo expansivo del capitalismo, añorando el bienestar perdido cuando se consumía a impulsos cardiacos al tiempo que se tiraba a la basura el marxismo, la lucha de clases y otras minucias con sabor a rancio. Mientras tanto, ya hay trabajadores que están padeciendo en sus carnes las graves secuelas del neoliberalismo y la corrupción rampantes: desahucios, suicidios, enfermedades… Sin embargo, la huelga de los trabajadores de la limpieza en Madrid ha demostrado que con unión y objetivos claros, si se quiere se puede.
Se puede yendo más allá de los gestos tácticos para detener o reconducir el malestar general. Se puede si se abren horizontes diferentes al sistema capitalista. Se puede si asumimos el dolor de los ciudadanos comunes y corrientes como nuestro. Se puede si llamamos a las cosas por su nombre y dejamos los eufemismos como artilugio meramente literario: habitamos una monarquía antediluviana, los ricos son cada vez más ricos, el PSOE y el PP son las dos patas del contubernio tardofranquista que lastran el futuro, ambas formaciones avalan los principios adoptados para atacar la crisis: más precariedad, recortes en aumento, privatizaciones sesgadas en detrimento de lo público… Se diferencian en el tono, pero los datos históricos cantan por sí solos.
El franquismo retroemotivo del PP tiene sabor inequívoco a fascismo secular, premoderno, tradicionalista de sotana y capa caballeresca, trufado de goles y olés, fusil a lomos de la ignorancia y verborrea cutre de verbena cañí tarareando el porompompero. Rajoy, a pesar de su porte lánguido y tristón de registrador de la propiedad de provincias, se parece cada vez más a un führer caído del cielo por arte de birlibirloque. Hitler solo era cabo y miremos cómo la lió en casi nada. Mariano tiene estudios y jaleado a discreción la puede armar parda. Más que Adolf. Si Rajoy se quemara, siempre nos quedaría Aznar, que es más bajito y con bigote demodé estilo “guía o conductor de masas” enérgético. La opción tercera o vía drástica podría ser una invasión USA (¿ciencia ficción?) para restablecer el orden democrático. Y después, una gran coalición entre el PP y el PSOE, eso que se llama técnicamente un gobierno de salvación nacional para regresar al mismo lugar del que partimos: el régimen capitalista. No es descabellado pensar que los mandamases áureos de PSOE y PP ya estén dándole vueltas a una solución pactada entre bambalinas de este tipo. Tiempo al tiempo si las cosas van a peor y las encuestas auguran a IU ascensos electorales no soportables por la “democracia española”, esto es, los poderes fácticos autóctonos, los mercados internacionales, la OTAN…
FUENTE: http://www.diario-octubre.com/2013/11/19/rajoy-el-fuhrer-del-regimen
Fuente: la verdad nos hara libres