Albert Pike y Giuseppe Mazzini eran altos miembros de los Illuminati que mantenían una fluida correspondencia, a través de la cual generaban conspiraciones. El primero, autor de la carta, además de ser illuminati pertenecía a la Masonería. El segundo, que también era illuminati, estuvo vinculado con el movimiento revolucionario del Rissorgimento italiano y con la sociedad secreta de los Carbonarios.
Albert Pike (1809-1891), fue general del ejército confederado durante la Guerra Civil norteamericana. Dentro de su pertenencia a la Masonería, en concreto a la del rito escocés, alcanzó el cargo de Soberano Gran Inspector General en Estados Unidos, desde el año 1859 hasta su fallecimiento.
La vinculación de Pike con las sociedades secretas y el esoterismo no acaba aquí, ya que es también autor del libro de filosofía masónica "Morales y Dogmas de la Masonería". Además, se cree que tuvo vinculaciones con otra sociedad conocida como Los Comuneros, a la que pertenecía Giuseppe Mazzini.
Mazzini (1805-1872), era un político que, una vez terminada la carrera de derecho, se consagró a la lucha nacionalista que perseguía la unidad de Italia y la eliminación de cualquier dominación extranjera. Encabezó movimientos políticos republicanos contra el absolutismo monárquico de la Restauración. En 1828, Mazzini ingresó en la sociedad secreta de Los Carbonarios, participando con ellos en la frustrada insurrección de 1821, que le llevó a pasar varios años en la cárcel. En 1831 fundó «La Joven Italia», un movimiento político revolucionario que fue reprimido por la policía piamontesa al año siguiente. Mazzini, que contaba sólo 27 años, fue condenado a muerte, por lo que huyó de Italia en dirección a Marsella y posteriormente a Londres. En 1834 funda con otros jóvenes nacionalistas exiliados la sociedad secreta denominada «La Joven Europa», que pretendía crear un gran movimiento revolucionario que fuera capaz de unir a toda Europa bajo una confederación republicana.
La singularidad de la carta radica en que Albert Pike efectúa referencias sobre el correcto desarrollo para alcanzar los objetivos de los Illuminati. Se trata de la generación de tres guerras mundiales, capaces de propiciar un nuevo orden mundial que dará como resultado el fin de la concepción del mundo basada en el pluralismo y la democracia.
Primero se preparaba la Primera Guerra Mundial. El conflicto real comenzó oficialmente el 28 de julio de 1914. En apariencia, se trataba de un simple enfrentamiento entre el Imperio Austro-húngaro y Serbia, que acabó por ser una contienda en la que participaron 32 naciones. Cabe destacar que entre ellas, Reino Unido, Francia, Italia, EE. UU. y Rusia, conocidas como «Potencias Asociadas», lucharon contra una coalición de los denominados imperios centrales que integraban, entre otros, Alemania, Austro-Hungría, el Imperio Otomano y Bulgaria.
La guerra finalizó en 1918. Al margen de la gran cantidad de muertos que implicó la contienda, supuso una «reordenación territorial».
Veamos cuáles eran los objetivos de los Illuminati respecto de esta contienda. En un pasaje de la carta, escrita en 1871, cuarenta y tres años antes de la primera gran contienda mundial, podemos leer: “La Primera Guerra Mundial se deberá generar para permitir a los Iluminados derrocar el poder de los zares en Rusia y transformar este país en la fortaleza del comunismo ateo. Las divergencias provocadas por los agentes de los Iluminados entre los imperios británico y alemán, y también la lucha entre el pangermanismo y el paneslavismo, se debe aprovechar para fomentar esta guerra. Una vez concluida, se deberá edificar el comunismo y utilizarlo para destruir otros gobiernos y debilitar las religiones“.
El texto era increiblemente profético. En marzo de 1917 la Revolución Rusa supone la abdicación del zar Nicolás II. El comunismo estaba ya despertando. Al margen de ese hecho, la guerra sirvió para disgregar en buena parte el pangermanismo, la doctrina que defendía la unión y supremacía de los pueblos de origen germánico. El fin de la Primera Guerra Mundial supuso que Alemania cediera parte de su territorio a Bélgica, Checoslovaquia, Dinamarca, Francia y Polonia. En cuanto al paneslavismo, que era una tendencia política que aspiraba a la confederación de todos los pueblos de origen eslavo, también fue afectado.
Los eslavos son el grupo étnico más numeroso de Europa. En la actualidad están distribuidos en los Balcanes, Montes Urales, Biclorrusia, Rusia, Ucrania, Polonia, República Checa, Eslova-quia, Serbia, Croacia y Bulgaria. Sólo hace falta recordar la mencionada reordenación geográfica que padeció Europa tras la Primera Guerra Mundial, para darnos cuenta de que la prevista disgregación de los poderes eslavos fue todo un éxito.
Si la descripción de los planes de la primera contienda resulta sorprendente, otro tanto acontece con la referencia a la Segunda Guerra Mundial, que estalla en 1939. En sus inicios fue un enfrentamiento bélico entre Alemania y una coalición conformada por Francia y el Reino Unido, que acabó por implicar a casi medio mundo. Lo que en principio era una guerra europea, incorporó también a Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, y acabó por llegar a Asia y África. El conflicto no concluiría hasta 1945, dando como resultado que desde aquel momento se creó un primer «nuevo orden mundial», dominado por el bloque de la antigua URSS por un lado, y Estados Unidos por el otro. Ambas potencias, apoyadas por sus países satélites y aliados, pronto entraron en una prolongada «guerra fría».
Volviendo a las cartas «proféticas» de Pike, éste describía la necesidad y objetivos del conflicto sesenta y ocho años antes de que aconteciera: “La Segunda Guerra Mundial deberá fomentarse aprovechando las discrepancias entre los fascistas y sionistas políticos. La lucha deberá iniciarse para destruir el nazismo e incrementar el sionismo político, con tal de permitir el establecimiento del Estado soberano de Israel en Palestina. Durante la Segunda Guerra Mundial se deberá edificar una Internacional Comunista lo suficientemente robusta como para equipararse a todo el conjunto cristiano. En este punto se la deberá contener y mantener, para el día en que se la necesite para el cataclismo social final“.
La Segunda Guerra Mundial supuso el fin del nazismo y, por supuesto, la creación del Estado de Israel que fue declarado Estado independiente el 14 de mayo de 1948. A finales del siglo XIX el número de judíos en Palestina era casi testimonial, ya que se calcula que en 1845 había 12.000, mientras que en 1914 su número creció hasta los 85.000. Tras la Primera Guerra Mundial, el «mandato de Palestina» aprobado por la ONU, que en aquel momento recibía el nombre de Sociedad de Naciones, encargó al Reino Unido la gestión política de Palestina y la preparación de lo que sería el futuro Estado de Israel. Los británicos dominaron la zona hasta 1948 y la comunidad judía se multiplicó por diez, especialmente a partir de 1930, a raíz de la persecución a la que fueron sometidos por la Alemania nazi. En 1947 la situación del Reino Unido, tras la guerra, era tan precaria, que fue necesario renunciar a ciertos privilegios sobre las tierras de Palestina.
Como resultado de ello, los británicos decidieron buscar asesoramiento en la comunidad internacional. Y, en sesión especial, obtuvieron la respuesta. Así, el 29 de noviembre de 1947, la Organización de Naciones Unidas adoptó un plan de partición que preveía dividir Palestina en un Estado árabe y otro judío, con Jerusalén como zona internacional bajo jurisdicción de la ONU.
Otro de los objetivos marcados en la carta de Pike era edificar un poderoso escenario comunista. La Primera Guerra Mundial supone la caída de los zares, y a partir de la Segunda Guerra Mundial se observa la expansión de la antigua URSS. Stalin, junto a Roosevelt y Churchill, jefes de gobierno de Estados Unidos y Gran Bretaña, se reúnen en Teherán en 1943 para generar la estrategia militar y política de lo que será Europa tras la guerra. Posteriormente habrá otras conferencias como las de Yalta y la de Postdam.
Tras estas reuniones, las potencias vencedoras de la contienda establecieron una serie de zonas de ocupación en Europa. La parcela oriental le correspondió a la URSS. De esta forma, la zona oriental de Alemania que, hasta la caída del Muro recibía el nombre de Alemania del Este, pasó a estar bajo la influencia del comunismo soviético. Además, quedarían también bajo la influencia soviética otros países como Yugoslavia, Checoslovaquia, Rumania y Bulgaria, así como parte de Polonia y zonas de Prusia oriental. La Internacional Comunista «suficientemente robusta» que pretendían los Illuminati sería un hecho.
Pero la última gran contienda del proyecto Illuminati todavía no ha comenzado. No hay una fecha clara que determine cuándo estamos inmersos en un conflicto bélico a escala planetaria, pero el 11 de septiembre de 1990, curiosamente 11 años exactos antes de los atentados de las Torres Gemelas, George Bush padre habló de la necesidad de crear un nuevo orden mundial. Estas declaraciones se produjeron poco antes de la denominada Primera Guerra del Golfo.
Otra fecha plausible para encauzar la Tercera Guerra Mundial en el calendario es la del 11 de septiembre del 2001, al producirse el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York. De hecho, muchos titulares de prensa esgrimían el concepto Tercera Guerra Mundial a la hora de explicar lo que estaba pasando.
No sabemos si la invasión de Afganistán, la de Irak, los atentados de las Torres o el conflicto de Israel y Palestina forman parte de esta Tercera Guerra Mundial. Lo cierto es que el caldo de cultivo se corresponde bastante con lo que escribió Pike en 1871: “La Tercera Guerra Mundial se deberá fomentar aprovechando las diferencias promovidas por los agentes de los Iluminados entre el sionismo político y los dirigentes del mundo musulmán. La guerra debe orientarse de forma tal que el Islam y el sionismo político se destruyan mutuamente, mientras que otras naciones se vean obligadas a entrar en la lucha, hasta el punto de agotarse física, mental, espiritual-y económicamente“.
Si no tuviéramos la perspectiva que nos da el tiempo, podríamos pensar que se trata de elucubraciones proféticas. Pero cuando el contenido de unas cartas del siglo XIX nos habla de las dos guerras mundiales del siglo XX y de una posible Tercera Guerra Mundial, no podemos menos que asombrarnos.
Respecto a los textos que se refieren al tercer conflicto global, merece la pena observar que, tras el atentado del 11-S en Nueva York, y el del 11-M en Madrid, Bin Laden y Al Qaeda parecen representar la parte musulmana de la destrucción a la que alude Pike. El conflicto palestino-israelí sigue sin encontrar solución, y no se vislumbran mejoras en un futuro inmediato.
Hay otro aspecto a resaltar. Pike pretende que «otras naciones se vean obligadas a entrar en la lucha, hasta el punto de agotarse, física, mental, espiritual y económicamente». Un año después de la Guerra del Golfo, las voces en contra de aquella operación, no solamente se alzan en Estados Unidos, sino que también lo hacen en los países aliados tradicionales. En paralelo, el terrorismo islamista tiene más fuerza y mayor arraigo. Resulta sobrecogedor pensar que todo ello pudo ser urdido a finales del siglo XIX, por unos conspiradores que buscarían el caos mundial. Una catástrofe que Dan Brown deja entrever en la obra "Angeles y demonios".
(Fuente: https://oldcivilizations.wordpress.com/)
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