Pedro Páez Pérez, Superintendente de Control del Poder de Mercado de Ecuador.
22 de noviembre de 2013
10:59
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MADRID// Antiguo viceministro de Economía, exministro Coordinador de Política Económica y exdirector de la Comisión Técnica Presidencial del Ecuador para la Nueva Arquitectura Financiera durante el anterior gobierno de Correa, Pedro Páez fue nombrado, en septiembre de 2012, superintendente de Control del Poder de Mercado. La misión de esta institución consiste en tratar que la gente entienda cuáles son sus derechos y nazca un nuevo tipo de sociedad en la que el Estado trabaje para crear unas reglas que favorezcan su crecimiento económico, no el de las entidades financieras o los agentes especulativos.
Páez estuvo en Madrid el pasado fin de semana para asistir al encuentro Otra Economía es Posible, organizado porEconomistas Sin Fronteras, EconoNuestra, FUHEM Ecosocial, Plataforma 2015 y Medialab-Prado. El objetivo de estas jornadas era dar a conocer diferentes trabajos orientados a romper los dogmas que las teorías y prácticas económicas ortodoxas ponen de manifiesto en la sociedad.
El superintendente de Control del Poder de Mercado, mediante su ponencia Otro modelo financiero, quiso explicar cuáles eran las bases sobre las que se asienta esta crisis global. De esta manera se podría comprender mejor el porqué de la nueva arquitectura financiera regional que impulsaron desde Ecuador y que ya ha comenzado a implantarse en otros seis países de América Latina.
En alguna entrevista que le han hecho, afirmaba que la crisis global no ha sido casual sino pensada para que aquellos que concentran la riqueza sigan ganando dinero.
A ver, no. Hablamos de que hay procesos de muy larga duración, muy complejos, que tienden a sincronizarse en torno a ciertos ciclos de los negocios que a veces coinciden desde varias dinámicas. Pero hay expertos en demolición que saben cómo aprovecharlos. Esto es lo importante. Los mercados tienen nombres y apellidos, los culpables de la crisis financiera son aquellos que han preparado las condiciones para aprovechar el proceso de dolor ajeno, de tribulaciones de todas las otras empresas, para generar procesos de monopolización, de concentración de la riqueza y del poder.
Para salir de la crisis ha habido dos tipos de recetas. Una, rescatar a los bancos porque, según dicen, son demasiado grandes para caer. ¿Esto es cierto?
Por supuesto. Parte del problema es precisamente ese. Los bancos no solo juegan y apuestan con dinero ajeno, sino que también son capaces de crear dinero de la nada. La creación secundaria, la creación bancaria de dinero, les permite a los bancos tener el privilegio exorbitante de emitir por cuenta propia capacidades de compra de activos, de concentración de la riqueza, contra nada.
Es como si fuera un equilibrista cuyo punto de apalancamiento es la liquidez con la que juegan con el banco central o, eventualmente, cada vez más importante ahora, el tema del shadow banking (sistema bancario en la sombra, un conjunto de entidades financieras, infraestructura y prácticas que sustentan operaciones financieras que ocurren fuera del alcance de las entidades de regulación nacionales). Esto les permite tener liquidez y lidiar con un nivel de apalancamiento gigantesco que en realidad con poquísimo capital les permite tener un monto de préstamos ingente; o sea, que crearon una cantidad de compra nueva gigantesca.
Cuando un banco es demasiado grande está comprometiendo un volumen de recursos que puede afectar al conjunto de la economía de un país entero. Muchas veces la deuda generada por esta creación artificial de recursos, de capacidad de compra, que hacen los bancos normalmente a su grupo de amigos, puede terminar siendo pagada por una sociedad entera que es lo que está pasando ahora. Cuando quiebra un banco hay una serie de mecanismos, a través de los bancos centrales, de los bancos de garantía de depósitos y finalmente de los recursos fiscales, que evitan que quiebren y su deuda la paga el conjunto de la ciudadanía.
Por eso, por ejemplo en el caso del Ecuador la Constitución es muy clara. Dice que el sistema financiero es un servicio público delegado en los bancos. Y es que ,a final de cuentas, están trabajando con una plata que no es suya y, si meten la pata, quien acaba pagando los platos rotos es la población entera. Entonces deberíamos tener, dentro de las propias leyes del capitalismo, unos mecanismos para controlar con mucho más rigor cómo se están comportando y saber exactamente dónde están poniendo nuestra plata.
La otra receta son las políticas de austeridad…
Claro, el absurdo que estamos viviendo, y que es absolutamente contradictorio con la democracia y con el avance de la civilización, es el hecho de que el 99% tiene que ajustarse, sacrificarse, para pagar la corrupción y la incompetencia del 1%. Yo creo que aquí hay una situación que no es solamente de absurdo económico sino de absurdo legal y democrático que es necesario corregir aquí, allá y en todos lados.
Lo curioso es que las medidas que ahora imponen en España el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, en el caso europeo el BCE, ya han sido impuestas en América Latina y…
(Interrumpe). Por supuesto. La oficina independiente del propio FMI tiene al menos dos ejemplos paradigmáticos en los que reconocen haber metido la pata: Argentina y Corea del Sur. Yo creo que inclusive, tímida pero oficialmente, el propio FMI ha mostrado una serie de reparos frente al entusiasmo sádico de sus otros socios dentro de la Troika (Comisión Europea y Banco Central Europeo) respecto de la eficacia de las políticas de austeridad.
En realidad se ha probado clarísimo en Sudamérica durante los 30 años de aplicación de políticas neoliberales que la austeridad no es en absoluto eficaz para reducir el déficit fiscal. Por el contrario, instala de manera crónica una crisis fiscal en la medida que el multiplicador de cada recorte de gasto o de inversión pública tiene un debilitamiento de la base tributaria muchísimo más importante que termina ampliando la brecha. Lo que se está haciendo es detonar un mecanismo de más endeudamiento, de endeudarse para pagar la deuda que empieza en el sector público pero que termina multiplicándose a nivel de los gobiernos regionales o de las empresas.
Lo que se propuso desde Ecuador para salir de la crisis fue la autonomía financiera, la independencia de Latinoamérica respecto de estas instituciones. ¿La Superintendencia de Control del Poder de Mercado sirve para empoderar esta región?
Es parte del esfuerzo que estamos haciendo el poner a los mercados al servicio de las sociedad, de ciudadanizar al Estado, de incluir la participación ciudadana de manera transversal a todas las funciones del Estado y de transformar también el eje de las prioridades de la sociedad en su conjunto. Pero un elemento central aquí es el tema de la transparencia. Fue fundamental el hecho de que en el Ecuador se iniciara muy pronto una auditoría ciudadana sobre la deuda externa, sobre la deuda pública. Esto fue muy saludable sobre todos los sectores. A nivel mundial debería haber transparencia en lo que tiene que ver con la tarea de los bancos centrales, saber a dónde va la plata de la ciudadanía, y transparencia respecto a las agencias de notación (agencias de calificación), que tienen un efecto de notación sobre la economía mundial, no solamente sobre los mercados financieros.
Entonces, ¿cómo es posible que estas agencias con intereses tan específicos terminen calificando las decisiones de un gobierno y terminen poniendo a un gobierno de rodillas? O, ¿cómo es posible que haya una irresponsabilidad tan brutal de que actores u operadores que fueron calificados como triple A, al día siguiente quebraran? Solamente desde la incompetencia y la corrupción pueden haberse juzgado como excelentes.
Este tipo de incompetencia queda como un pecado venial cuando en realidad estamos hablando del futuro de la economía mundial. Por otro lado, cuando se trata de un país del tercer mundo o de los trabajadores, no hay ninguna piedad y sin ningún tipo de méritos están generando una situación en la que se echa por la borda el trabajo de toda una vida, el futuro de nuestros hijos o las posibilidades de paz o de posteridad de los pueblos.
Este modelo financiero alternativo, en el caso latinoamericano es la concreción de tres principios fundamentales. Uno de ellos, el Banco del Sur.
Sí, primero hay que transformar el concepto de crédito, construir un crédito soberano. En la medida en que es un instrumento para construir futuro tiene que volver a la decisión soberana, democrática, inclusiva del conjunto de la colectividad. Este, el Banco del Sur, es una banca de desarrollo de nuevo tipo pero también una banca para un nuevo tipo de desarrollo, para otro tipo de prioridades que no sean el cortoplacismo y la dictadura de las altísimas tasas de ganancia que tienen la banca comercial y la multilateral actualmente. Nuestra esperanza en Sudamérica es que opere el Banco del Sur, que ya empezó su funcionamiento.
El segundo pilar es el Sistema Unitario de Compensación Regional (Sucre).
Sí, el segundo gran concepto es el de la moneda. Transformar la lógica de una moneda que hasta ahora ha sido el instrumento de mayor explotación, de mayor discriminación, de más especulación, de más opresión, para volverla un instrumento que permita movilizar las capacidades productivas, la creatividad de la gente, movilizar otro tipo de emprendimientos desde otro tipo de lógicas; desde la pluralidad, la inclusión y la sustentabilidad. En ese sentido, ya está funcionando desde hace tres años, aunque sea en un ámbito muy pequeño, el Sucre, que muestra claramente que la locura del euro que han asumido aquí en Europa, con esa visión totalitaria, antidemocrática, es innecesaria.
Es posible tener una moneda como instrumento de la unidad, de la construcción, de un mundo sin fronteras, de la comunicación de los pueblos, sin sacrificar en el altar de la moneda todas las demás políticas. En el caso del Sucre, no hay ninguna contradicción entre la soberanía supranacional y las nacionales porque al mismo tiempo que se aumentan los grados de libertad en el manejo de la política cambiaria, comercial, económica, financiera o fiscal, de cada uno de los países, el Sucre abre un espacio adicional de decisión que antes no existía a nivel supranacional. Ir construyendo sistemas de transacción, de liquidez, que no pasen por el monopolio que actualmente detenta el dólar y que controlan los grandes bancos en cualquier tipo de transacciones abre la posibilidades para otras alternativas que la gente puede escoger. Nada es obligatorio.
Hoy por hoy existen gran cantidad de monopolios que no vemos porque asumimos que vienen dados pero que, inclusive en el caso de economías tan fuertes como la europea, permanentemente están condicionando las transacciones más elementales. Si España necesita comprar petróleo de Nigeria no lo hace en euros, tiene que hacerlo en dólares y contratando bancos privados estadounidenses con corresponsales en Estados Unidos. Por eso tienen que pasar a través de un monopolio privado que se llama Swift (Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales. Organización que controla una red internacional de comunicaciones financieras entre bancos y otras entidades financieras) y pagar un peaje a la Reserva Federal de EEUU. A ese nivel se llega.
Lo que hemos hecho con el Sucre ha sido eliminar a los intermediarios a través de un sistema de intranet y de la creación de una tarjeta de crédito recíproca que nos permite tener abiertas muchas otras oportunidades tanto para el sector púbico como para el privado.
Y, por último, está el Fondo del Sur.
Sí, el tercer pilar ha sido crear una red de seguridad financiera, un mecanismo de defensa de nuestras economías para dejar de ser presas, precisamente, de esos actores poderosísimos y tan hábiles que desde la hostilidad, desde la incertidumbre, desde el control de los mercados financieros internacionales, pueden poner de rodillas a nuestros países. Y esto sería el Fondo del Sur.
La propia refuncionalización de los bancos centrales es absolutamente posible aquí y ahora, y los bancos centrales pueden pasar a jugar un papel patriótico muy importante en defensa, no solo de la estabilidad macroeconómica y financiera de nuestros países, sino también de la estabilidad social y democrática de los procesos. En este sentido hay un amplio margen. Los bancos centrales no tienen por qué seguir sometiéndose a las dictaduras y los designios de los entre comillas mercados financieros cuya agenda, como insisto, muchas veces puede esconder terceros intereses.
Si en España apareciera un partido de izquierdas que impusiera este otro tipo de instituciones, ¿saldría adelante o la boicotearían desde el resto de la Unión Europea?
Este tipo de economía no está vinculada con las ideologías de izquierdas, centros o derechas. Es un tema que muestra las tremendas oportunidades encerradas en los peligros graves que encierra la crisis, que es el hecho de que se están deteriorando de manera rápida los mecanismos tradicionales con los que estaban funcionando los países. Esta propuesta abre otro tipo de coaliciones. Creo que no hay que tener una visión dogmática respecto a las coaliciones más amplias de un gran frente popular, no solo en España sino a nivel mundial, para parar la agenda de desestabilización de conflicto, de guerra, a la que nos quiere llevar la oligarquía especulativa mundial. Eso lo primero.
Segundo, creo que hay que romper con muchos tabúes. Creo que la principal fortaleza de esa oligarquía especulativa es la captura de nuestros propios cerebros. Hay que romper con ese océano de imposibilidades que nos autoinfligimos, tener un pensamiento científico que nos permita hacer un análisis concreto sin tabúes. También se decía que se iba a acabar el mundo si se utilizaba el Sucre, y funciona desde 2010. Que se iba a acabar el mundo si Ecuador hacía una auditoría de la deuda y redujimos en diez mil millones de dólares el stock de deuda, que en valor presente son 30.000 millones a futuro.
O sea, que opciones hay.
Claro que hay una gran cantidad de opciones pero es necesario verlas de manera científica, sin ningún tipo de traba mental o de dogmatismo ideológico. Hay una gran cantidad de empresas que son absolutamente viables si se quitan de encima las exigencias de altísimas tasas de ganancia que tienen ciertas pretensiones capitalistas. Los trabajadores pueden hacer que funcionen muy bien. Hay una cantidad enorme de posibilidades de autoempleo, de pequeña y mediana empresa, de economía popular y solidaria que son perfectamente viables si se les otorga otros mecanismos de liquidez, de reciclaje del ahorro local, de transacción y de pagos que hoy por hoy no están disponibles y que se asumen como que son poco serios: las monedas alternativas, clubes de solidaridad, cooperativas…
Hay otro tipo de lógicas sociales a las que tiene dárseles una oportunidad para que puedan desarrollarse la creatividad y el rendimiento de la gente. No sirve eso de que lo que no es el mercado lo tendrá que resolver el mercado desde una lógica de control, es absolutamente falso. El Estado y el mercado han estado sirviendo siempre a los mismos amos, y de lo que se trata es de transformar el Estado, de transformar el mercado, de abrir otras posibilidades para instrumentalizar la necesidad de la sociedad. Para conservar, proyectar, desarrollar y enriquecer las conquistas que la civilización ha hecho en las últimas décadas.
¿Esta otra lógica puede llevarla a cabo la gente al margen del Estado?
Creo que es una necesidad recuperar para nosotros el Estado, la democracia, las instituciones. Y también de recuperar el mercado. Lo que no podemos permitir es que las tareas se las presente como algo imposible. Hay que empezar a resolverlo aquí y ahora. Desde un análisis teórico riguroso es posible cambiar la perspectiva y darnos cuenta de que es absolutamente viable encontrar opciones para generar otro tipo de articulaciones de la energía social que no pasan por las discusiones tradicionales que en muchos casos son estériles.
Fuente: la marea
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