Cada día tenemos nuevas revelaciones en el campo de la neurociencia, muchas de las cuales son tan extraordinarias que parecen propias de la ciencia ficción.
Por ejemplo, durante el año pasado supimos que los científicos trabajaban en la creación de dispositivos que permitirían una comunicación directa entre computadoras y el cerebro humano. También supimos que los científicos habían conseguido implantar falsos recuerdos en ratones y que un experimento en Harvard permitió a un ser humano controlar a distancia a un ratón simplemente mediante el pensamiento. También se produjo el primer envío mundial de algo que podríamos calificar como “e-mail telepático”.
Sin embargo, cuando el año pasado se anunció que pronto serían realidad los seres humanos a control remoto a través de Internet, mucha gente afrontó la noticia con incredulidad.
Pues bien, el equipo de investigación de la Universidad de Washington que llevó a cabo el primer experimento al respecto, ahora anuncia que no sólo ha conseguido duplicar su experimento original, sino que han dado un paso más en la creación de una tecnología viable de control remoto sobre humanos que podría ser aplicada en un futuro no muy lejano.
Hasta ahora, la capacidad de controlar a distancia un objeto utilizando tan solo la mente se había limitado a experimentos con videojuegos, aviones teledirigidos, y ratones.
Sin embargo, como se puede ver en el vídeo que ponemos a continuación, se ha conseguido establecer un enlace remoto de humano a humano. Un investigador fue capaz de controlar los movimientos de la mano de una persona conectada a una suerte de “red cerebral” que estaba situada en otro edificio.
Como es habitual en estos casos, los investigadores han restado importancia a esta tecnología, destacando que este tipo de estimulación física es sólo posible cuando los participantes en el experimento lo consienten y han insistido en que se trata de una maravillosa tecnología “no invasiva”.
Pero una vez se empiecen a combinar la aplicación de la nanotecnología, como el conocido como “polvo neural” (neural dust) con la transmisión inalámbrica de datos, estaremos entrando en un nuevo campo de control a distancia mucho más inquietante.
“Hasta ahora, Internet era una manera de conectar las computadoras entre sí y ahora puede ser una manera de conectar los cerebros”, afirma la investigadora Andrea Stocco, profesora asistente de psicología en la Universidad de Washington.
CÓMO SE REALIZÓ EL EXPERIMENTO DE “CONTROL REMOTO HUMANO”
Para realizar estos experimentos, el equipo de investigación ha combinado dos tipos de instrumentos no invasivos y un software que ha permitido conectar dos cerebros humanos en tiempo real.
El proceso es bastante sencillo.
Uno de los participantes está conectado a una máquina de electroencefalografía que lee la actividad cerebral y envía impulsos eléctricos a través de la Web hacia el segundo participante, que lleva una gorra de natación con una bobina de estimulación magnética transcraneal colocada cerca de la parte del cerebro que controla los movimientos de la mano.
Utilizando esta configuración, una persona puede transmitir la orden de mover la mano de la otra con tan sólo pensar en realizar el movimiento de su mano.
El estudio involucró a tres pares de participantes. Cada par incluyó a un emisor y a un receptor con diferentes funciones y limitaciones. Se sentaron en edificios separados por media milla de distancia en el campus de la Universidad de Washington, de manera que no fueran capaces de interactuar entre sí de ninguna manera, a excepción de la conexión establecida entre sus cerebros.
Cada remitente estaba frente a un juego de ordenador en el que tenía que defender una ciudad mediante el disparo de un cañón para interceptar misiles disparados por un barco pirata. Pero los remitentes no podían interactuar físicamente con el juego, pues no diponían de dispositivos de control del juego tales como joysticks o gamepads, de tal modo que la única manera en que podían defender la ciudad era pensando en mover su mano para disparar el cañón.
Al otro lado del campus, cada receptor estaba sentado en un cuarto oscuro, sin posibilidad de ver el juego de ordenador, con la mano derecha colocada sobre el único botón capaz de disparar el cañón que defendía la ciudad de los ataques pirata.
Si la interfaz de cerebro a cerebro funcionaba correctamente, la mano del receptor se contraería al recibir órdenes del emisor, pulsando el botón y disparando el cañón, algo que podía visualizar en la pantalla del ordenador el remitente situado al otro lado del campus.
Los investigadores descubrieron que la precisión de la comunicación variaba dependiendo de las parejas, con intervalos que variaban entre el 25% y el 83%.
La mayoría de conexiones no establecidas, es decir, la mayoría de disparos de cañón no producidos durante el juego, se debieron a defectos por parte del remitente a la hora de ejecutar con precisión el pensamiento de transmitir la orden de “abrir fuego”. Los investigadores también fueron capaces de cuantificar la cantidad exacta de información que se transfiere entre los dos cerebros.
Ahora, con una nueva donación de 1 millón de dólares procedentes de la Fundación Keck, el equipo de investigación de la Universidad de Washington está dando un paso más allá en sus intentos de decodificar y transmitir procesos cerebrales más elaborados.
Con los nuevos fondos, el equipo de investigación ampliará el tipo de información que se puede transferir de un cerebro a otro, incluyendo fenómenos visuales y psicológicos más complejos, como conceptos, pensamientos y reglas.
El proyecto también podría conducir a la creación de “tutorías cerebrales”, en las que el conocimiento se transferiría directamente desde el cerebro de un profesor al de su alumno.
Como podemos ver, el futuro es ya: lo único que queda por responder es si todos estos avances tecnológicos serán utilizados de forma positiva o negativa.
Teniendo en cuenta que el ejército de Estados Unidos está financiando gran parte de estas investigaciones, aquellos que se muestran escépticos ante estas tecnologías sólo podrán mostrarse aún más inquietos al respecto de sus futuros usos.
Fuente: el robot pescador
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