El terrorismo es la creación y la explotación deliberada del temor para el logro del cambio político. Por lo tanto, es una forma innegable de guerra psicológica.
Aunque con frecuencia hay gente que muere y queda herida trágicamente por los ataques de los terroristas, el terrorismo por su naturaleza está dirigido a conseguir efectos psicológicos de largo alcance, que vayan más allá de las víctimas o de los objetos de su violencia. Tiene el propósito de infundir temor desde adentro e intimidar o afectar de otras maneras el comportamiento de la audiencia seleccionada por los terroristas.
Esta audiencia escogida varía conforme a las intenciones, motivaciones y objetivos de los terroristas. Puede incluir un gobierno nacional o un partido político, un grupo étnico o religioso rival, todo un país y sus ciudadanos, o la opinión pública internacional. El ataque terrorista puede tener como objetivo específico un segmento particular del público o estar diseñado para afectar a muchas audiencias.
La publicidad generada por un ataque terrorista y la atención que se concentra en los perpetradores tienen por objetivo crear poder para los terroristas, fomentando un ambiente de terror e intimidación propicio a la manipulación terrorista. En esto, el éxito del terrorismo se mide mejor no por las medidas aceptadas de la guerra convencional – cantidad de enemigos muertos en batalla, cantidad de instalaciones militares destruidas o territorio geográfico capturado – sino por su habilidad para atraer la atención a los terroristas y su causa y por el impacto psicológico y efectos perjudiciales que los terroristas esperan ejercer sobre su audiencia o audiencias seleccionadas.
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